LA PURGA 6

La Purga, Capítulo 1. Vida Nueva

AMOR SANGRIENTO

Capítulo 1. Vida nueva

Clic, clic, clic…. Las gotas de agua resonaban sobre la pila mientras se ponía la camiseta y los pantalones del uniforme. Ese nerviosismo le recorría toda la espalda como una corriente avanzando por su columna. La boca seca la intentaba saciar con tragos de agua a la par que el sudor frío le bajaba por la frente. Se miró frente al espejo diciéndose <<Tranquilo, estás preparado para esto, sólo es el principio de tu vida, a partir de hoy todo será distinto y comenzarás un proyecto por el que acabarás triunfando. Vamos, tú puedes. >>

Salió del baño vestido completamente, se acercó al armario y sacó los zapatos. Se sentó sobre la cama para calzarse y se abrió la puerta ante él.

– ¡Pero que doctor más guapo! – decía la mujer acercándose a él mientras se ataba los cordones.

– Cariño, empiezo de ayudante, simplemente estaré pendiente de lo que hablen y digan… – la mujer le interrumpió poniéndole su índice en la boca y le comenzó a atar el otro zapato.

– Doctor García, todos empezamos un día, ¡pero ante mí veo al mejor doctor del mundo, no me cabe ninguna duda! – dijo su mujer mientras acabó de atarle y se sentaba sobre él abrazándole – ¡Además de un futuro papá perfecto! – y ella le cogió la mano y la puso sobre su vientre. El sonrió y la besó.

 

Ambos se levantaron, ella le acompañó a la puerta cogiendo su abrigo y ayudándole a  ponérselo. Cogió una bolsita de papel marrón.

– ¡No se deje su comida doctor! – dijo extendiéndosela.

– Gracias cariño. Te quiero muchísimo. – y salió por la puerta.

 

Bajó hasta el garaje, donde se montó en su Golf y salió rumbo al hospital. Le sabía mal no poderle decir a su mujer la verdad sobre el psiquiátrico donde iba a trabajar. Le habían hecho firmar un contrato de confidencialidad para no poder contar nada sobre la ubicación, tratamientos empleados, ni pacientes que se encontraría en el hospital.

Un mes antes, él acababa de terminar la carrera y se encontraba haciendo prácticas en el Instituto Psiquiátrico de Salud Mental Jose Germain de Leganés, y fue entonces cuando recibió una llamada del Gobierno ofreciéndole un puesto fijo en plantilla, pero que le darían los detalles en persona y sería para incorporación inmediata, que su universidad le había tachado de ser la joven promesa, y que las notas y referencias de sus profesores eran inmejorables. En la reunión le dijeron que se trataba de un hospital secreto donde ocultaban a los psicópatas más peligrosos conocidos: Asesinos, violadores, caníbales… Verdaderos monstruos, de los que nunca podría hablar, ni si quiera con los suyos. La oferta le pareció muy tentadora a la par que asustadiza. Pasar de estudiante a profesional, con lo peor del mundo era algo enorme, pero sólo pensaba en los ceros que le ofrecieron en su nómina y en el hijo que se estaba gestando en el vientre de Elvira, su mujer, por lo que aceptó y firmó.

Anoche le mandaron las coordenadas GPS a su móvil. El hospital se encontraba a una hora de su casa. Acababan de pasar las navidades y parecía que el 2018 no podía empezar mejor: nuevo trabajo, nueva vida.

Cuando firmó el contrato le hicieron mirar frente a la cámara de un móvil de última generación, y del maletín sacaron una especie de impresora portátil. Accionaron un botón en ésta, y comenzó la impresión de una tarjeta con su cara.

– Apriete aquí con su índice. – le dijo uno de los tipos cuando sacó un lector digital.

– Bien señor García, al haber firmado este contrato sabe que desde entonces nunca, y repito, nunca, podrá hablar de su trabajo a nadie. Ni a su mujer, ni a sus padres, ni a sus hijos cuando los tenga, ¿entendido? Si necesita una tapadera le prepararemos la tarjeta sanitaria de otro hospital, pero todo lo que vea, oiga o haga allí nunca habrá sucedido fuera de esas paredes, asienta si lo entiende.

– Sí claro… ¿Señor?

– Z, llámeme director Z. Los nombres en este trabajo son secundarios, al igual que usted tras esas paredes comenzará a llamarse con el nombre en clave G27, no queremos que nuestros pacientes sepan nada sobre nuestras vidas. Son muy peligrosos, y cuanto menos puedan utilizar contra nosotros, menos peligro correremos.

– Jaja, ¿G27?¿Z? Parece que estamos en una película de agentes secretos… – el rostro serio del director se endureció.

– Tal vez no se tome demasiado en serio este trabajo, puede que nos hayamos confundido al pensar en usted. – dijo mientras se giraba a mirar a su compañero con maletín.

– No no… Director Z, disculpe mi error, no volverá a ocurrir, sólo me chocó, pero entiendo la seriedad del asunto.

– Muy bien… Su seguridad y la nuestra depende de ello. – cogió la tarjeta, junto a una bolsa con un uniforme y se lo acercó – La noche de antes de su imcorporación le mandaremos la ubicación GPS a su móvil. Cuando venga, se acercará al punto de control, con la vestimenta que le hemos facilitado y deberá pasar esta tarjeta frente al lector y pulsar con su dedo índice el botón que se activará parpadeando. Proceso que deberá repetir para salir. Aquí nadie sale ni entra sin pasar esos dos controles y la inspección de los guardias armados que custodian la entrada y salida del hospital, ¿entendido?

– De acuerdo… – dijo con las manos sudorosas… Esto iba en serio…

– Muy bien, al pasar el control se dirigirá al pabellón 3. Allí le estará esperando el doctor R32. Se trata del doctor Jefe del hospital, y le explicará todas las pautas y normas a seguir en el hospital, y en qué consistirá su trabajo, ¿de acuerdo? ¿Alguna duda?

– ¿Cuándo empiezo?

– Esa es la actitud que nos prometieron. No se preocupe, esto ocurrirá en menos de un mes, disfrute sus últimos días de becario con su mujer, pues a partir de entonces pasará a la élite de la salud mental, espero que aguante el ritmo…

 

Hoy es el día… Se decía durante el trayecto, hasta que llegó. Y allí se encontraba, en su coche parado en el arcén frente a un hangar vallado. Se trataban de unos edificios normales pero muy bien protegidos. Agarró el volante con decisión y cuando pisó el acelerador para incorporarse a la carretera, una furgoneta blanca había tras él, le adelantó violentamente por la izquierda, haciéndole llevarse un gran susto. No pudo ver a los conductores, sólo se fijó en el lateral de ésta, que tenía pintadas unas flores estilo hippie y ponía en grande ¡Globos ACME! con letras caricaturescas…

Tras recobrar el aliento, reanudó la marcha. Salió  del arcén y se dirigió a la entrada. Allí uno de los guardas le pidió la tarjeta de identificación mientras el otro le apuntaba con su metralleta. Le indicó que la pasase por el lector y se encendió una lucecita roja con forma de huella dactilar, donde supuso que debía apoyar su índice. La puerta metálica comenzó a abrirse hacia la derecha. Y el otro guardia le indicó que bajase la ventanilla.

– Buenos días doctor G27, debe dirigirse al pabellón 3, allí le esperan. Siga de frente y llegue hasta el quinto pabellón.

 

García asintió mientras observaba como el cielo nublado comenzaba a gotear, la lluvia comenzó a caer espesa mientras avanzaba por el sendero asfaltado entre los edificios. Al llegar al quinto pabellón una mujer asiática con gafas y bata blanca le esperaba con su paraguas y le  indicaba que aparcase en un sitio situado junto a la entrada.

– Buenas G27, soy L.A., el doctor jefe le está esperando adentro. Acompáñeme. – dijo mientras entraban al pabellón. Ella le indicó para dejar sus cosas en una taquilla en la entrada – No debe llevar nada más, únicamente su tarjeta identificativa. Ni llaves, ni cartera, ni cinturón, ni monedas… Nada. Déjelo todo ahí, después con su tarjeta lo recuperará. Las puertas a las que tenga acceso, se abrirán únicamente con la tarjeta de otro de su nivel o superior, pasándolas a la vez desde ambos extremos de las puertas, de modo que si la pierde nadie podría utilizarla sin otra tarjeta, al igual que usted sólo nunca podrá acceder a ningún lugar sin alguien más que la pasara con usted a la vez, entendido.

– Sí… Supongo.

– Bien acérquela, bajamos a la sala de crioterapia.

– ¿Crioterapia? ¿Bajamos?

– Estamos estudiando a un paciente en la planta -3. Todas nuestras instalaciones son subterráneas, de modo que nadie puede entrar ni salir sin nuestras credenciales identificativas. Y sí, estamos tratándole con terapia de choque, con frío.

– ¿Frío? – sonó el ascensor, ya habían llegado.

– Doctor G, que le quede una cosa clara, nuestros sujetos de estudios son seres que no dudarían en quitarle la vida ni un segundo, no muestre compasión ni debilidad, pues lo usarán contra usted. Aquí debemos de entrar en sus mentes y obtener la información necesaria para el bien del mundo.

– Me dice, que les están sacando información, ¿les están interrogando? – dijo mirándola con cara de preocupación a los ojos.

– No exactamente… Sígame…

 

Avanzaban por el pasillo, todo con puertas blancas con pequeñas ventanillas. Pudo ver de pasada tras una de ellas, una sala con luces estroboscópicas y de frente a un ser enorme atado sobre una camilla. En otra sala, una mujer encapuchada y pequeños sensores en el cuerpo. La siguiente se encontraba totalmente a oscuras y se detuvo. Podía escuchar de fondo como alguien tarareaba la canción de “singing in the rain”…

– Un segundo doctora… – dijo paralizado ante la puerta donde se sonaba esa melodía.

– Doctor G, no se detenga, ya llegamos. – dijo mientras abría la puerta – Señor R32, aquí está su ayudante G27.

– ¡Oh! ¡Genial! Deme un segundo mientras cierro este grifo.

 

García se quedó perplejo con la imagen que tenía ante él, una sala completamente blanca, le dolía la vista únicamente de mirar. Un tipo con unas gafas negras, una bata blanca y un delantal negro con sus guantes a juego, acaba de cerrar una manguera de la que salía agua a presión sobre un tipo encadenado de brazos sobre una bañera llena de hielos. El tipo estaba de espaldas, y callo exhausto sobre ella su cuerpo.

– ¿Pero qué están haciendo? – García parecía horrorizado.

– Oh doctor.. Usted es nuevo, no se preocupe por él, se nota que no le conoce.

– Me da igual quién sea, todo el mundo tiene derechos, haya lo que haya hecho. Simplemente están enfermos y hay que tratarlos. – respondió de modo violento.

– Doctor G… Acompáñeme por favor, no hablemos delante del paciente. – dijo agarrándole del brazo.

– Ustedes están torturando a este tipo, esto no es ninguna terapia de choque. – le dijo zafándose – Este tipo es alguien, ¡una persona! Y le tratan como un animal.

– Doctor… Insisto. – le contestó mientras le indicaba la puerta.

– ¿Quién es? – preguntó con exigencia.

– De acuerdo… Pensaba presentárselo más adelante… Le presento a Timmy Wayne… Y ahora, ¿me acompaña fuera?

– ¿Cómo? ¿Clown?.. ¿Le tienen vivo aquí?.. Escuché que murió en la explosión del puente de Titulcia …– dijo dándose la vuelta, acompañando al doctor jefe y la acompañante asiática afuera, la cuál cerró la puerta tras ellos.

– Que sea la última vez que ocurre esto… Aquí tenemos sujetos especiales, y de nosotros depende el bienestar del mundo. ¿Recuerda la Hermandad Negra, los acontecimientos ocurridos el pasado Halloween a manos del Verdugo y los últimos resquicios de la Escuadra Demencial? Pues el gobierno nos manda a todos los psicópatas que guardan relación con estas actividades psicópatas. La Purga de Titulcia fue la última, sí, y este último ataque poco tuvo que ver con la Hermandad, por eso no pudimos detenerla, pero gracias a este centro hemos acabado prácticamente con esta sociedad, por lo que si no es capaz de ayudarnos ni soportarlo le aconsejo que coja sus cosas inmediatamente y se largue. Aquí sólo queremos salvar el mundo… ¿Qué me dice, será capaz de aguantarlo?

– Sí, supongo… Lo siento, no me esperaba todo esto de repente. Sí, adelante… ¿Qué necesita que haga?

– Muy bien doctor, quiero conocer esas aptitudes tan buenas que nos han dado de usted. Suba, tómese un café y cuando esté listo baje de nuevo aquí conmigo. ¿De acuerdo? La señorita L.A. le acompañará.

– Sí, de acuerdo… Necesito un café, sí. Está bien. – respondió pensativo mientras se daba la vuelta con la señorita y reposaba lo acontecido en ese cuarto.

 

El doctor R abrió la puerta y la cerró al pasar.

– ¿Nuevo ayudante doctor? ¿No le dijo lo que le ocurrió al anterior? – susurró apenas sin fuerza colgado de manos sobre la bañera.

– Cállate y dime lo que necesito saber. – dijo cuando estaba dispuesto a abrir la manguera de nuevo.

– De acuerdo doctor, le diré lo único que necesita saber. Con él creo que me entenderé perfectamente, pero a usted… En cuanto me libere de estas cadenas… – dijo mientras giraba la cara rápidamente esbozando una sonrisa – le arrancaré la cara y se la daré de comer a los perros, literalmente. Hahahaha.

 

El doctor abrió la manguera a presión golpeando sobre la espalda de Timmy, mezclando su sonrisa con gritos. Mientras, el doctor García acompañado por la señorita llegaba al ascensor.

Su vida había cambiado por completo…